Sociedad

Chicas y muchachos “tuerca” de Marambio preparan el avión Twin

Responsabilidad individual y trabajo colectivo parecen ser la clave del equipo de mecánicos de aeronave que da vida cada jornada al Hangar de Marambio, entre ellos la técnica aeronáutica Teresita Ramírez, a quien le dijeron desde chiquita ‘esas cosas no son para mujeres’, despertándole la vocación de preparar aviones para el vuelo.

“A mí desde chiquita me dijeron que esas cosas no eran para mujeres, y creo que eso fue lo primero que me motivó”, cuenta Ramírez, mecánica de aeronaves, en una entrevista durante la estadía que Télam mantiene en la base antártica asistida por la Fuerza Aérea Argentina.

Son los “uñas negras”, que meten mano cuidadosa al avión Twin porque “lo que se banca y perdona no tiene nombre”, define el suboficial principal Hernán Latorre, técnico responsable del Hangar de Marambio, donde predomina la tonada cordobesa. “Al avión lo veo golpeado y sufro como el chico que tiene su primer juguete”, confiesa el hombre.

Un grupo atareado en agregar a las ruedas de aterrizaje los tres esquíes con los que el avión de origen canadiense puede anevizar en los glaciares, sabe que en su experiencia está depositada la operación del Twin Otter que hará invierno enlazando otras tres bases permanentes: Esperanza y San Martín, asistidas por el Ejército, y Jubany, dependiente de la Dirección Nacional Antártica.

Si hubo ventisca y por la fuerza del viento la nieve penetró por las hendijas mínimas del hangar, la primera tarea de la mañana será palear lo acumulado antes de abrir el tubo de calefacción para que el piso no se convierta en una pileta de natación y, poco después, en un bloque de hielo compacto.

El equipo está integrado por el personal de tripulación Hernán Latorre, Federico Vivero, Emanuel Chechi y Esteban Rodríguez; y el de inspección: Tomás Tizeira, Raúl Peiretti, Gabriel Britos, René Mella, Emiliano Rovelli, Norberto Flores, Diego Satau, Gustavo Maunas, Jorge Pereyra, Gonzalo Abrego, Blas Subelza, Teresita Ramírez, Gabriel Gallardo, Facundo Miranda y Jonathan Díaz.

Si el piloto es el paladín que asume la responsabilidad de conducir el avión y transportar tripulaciones, el mecánico es el experto de consulta imprescindible al que le basta un gesto, el giro de cabeza del comandante y el copiloto, para poner en juego el conocimiento íntimo de los recursos de la nave.

“Si hay que cortar un motor por una falla o hay una emergencia bastante ‘quemante’, es clave que entre piloto, copiloto y técnico se coordine bien para resolver y seguir el vuelo o aterrizar el avión”, relata Latorre.

Los mecánicos del Twin controlan los parámetros de los motores y con el piloto más experimentado, el ‘Águila I’, practican anevizaje en isla Ross, donde no cuentan con apoyo en tierra.

“Un aviónico, el suboficial mayor Rodríguez, nos viene a hacer el apoyo técnico en tierra cuando nosotros salimos a volar. Se encarga de toda la electricidad y la aviónica en general, y si hay algún problema con las pantallas o una comunicación errónea, nos ponemos a trabajar juntos”, dice.

El Hangar es un ‘taller mecánico’ con técnicos que van por más, siguen estudiando, haciendo cursos de supervivencia, de rescate en montaña o de idiomas. Para muestra, Teresita, que cuando supo de la especialidad planteó “¿dónde puedo estudiar algo así?”, y empezó a buscar.

“Supe de la Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea en Córdoba, me puse a indagar, entré y me encantó. Me costó al principio porque me dieron Electrónica. Mecánica tiene cupo y van los promedios altos. No me gustaba y no me iba bien, así que hice dos años y volví a empezar. Estudié como nunca en mi vida para el examen de ingreso, tuve un promedio más alto y me dejaron entrar”, reseña.

Cumplida la etapa en Chaco, su tierra natal, Teresita llegó a Córdoba a los 17 años y prosiguió el camino hacia la localidad bonaerense de Quilmes, a la sección de Helicópteros que no había tenido nunca mujeres. “Hoy en día está ya muy aceptado el tema de la mujer, van cambiando los tiempos. Lo único que puede haber de diferente es la fuerza, la única ‘excusa’ entre comillas”, ríe.

Actualmente, el destino de la mecánica es la IX Brigada de Comodoro Rivadavia, donde afronta “el desafío de ser técnico (que) tiene muchos sacrificios porque estamos lejos de las familias. No es para cualquiera, yo no puedo programar algo para mañana porque puede ser que me llamen, siempre tengo que estar atenta, con la niñera organizada”, dice Teresita, mamá de un nene de 3 años.

No obstante, cuando “la gente nos dice que quisiera tener estas oportunidades, entonces uno se siente orgulloso de estar donde está, se valora. Me gusta mucho mi trabajo”, enfatiza.

Con la mujeres integradas igualitariamente al equipo de técnicos, el grupo funciona como un engranaje donde depositar la confianza para llegar a destino cuando la última porción de tierra que se ve remontando la isla Frei queda a 5.30 horas de vuelo sobre aguas heladas hasta visualizar la Isla de los Estados.

Latorre concluye que “así como tuvimos la primera pilota de la Antártida -la capitana Gabriela Santamaría-, hay una primera mecánica, la cabo primera Magalí Ceballos, a la que se suma ahora la cabo primera Ramírez. Se integraron muy bien y tratamos, sobre todo los viejos, de que los chicos a la vez que van aprendiendo vayan conociendo Marambio que es una zona difícil porque acá, uno se conoce al cien por cien”.

Fuente: Agencia Télam

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