De acuerdo a los últimos partes médicos emitidos desde el Hospital Municipal de Urgencias de Córdoba, Emanuel Balbo (26), la persona agredida salvajemente en la tribuna Willington del estadio Kempes el sábado pasado, está en coma farmacológico y con pronóstico reservado.
Recordemos que el incidente se dio durante el entretiempo del clásico cordobés, cuando Balbo, aparentemente identificó entre la multitud a una persona con quien tenía un problema personal (este hombre, de apellido Guzmán, está imputado por la muerte de un hermano menor de Balbo, en 2012, a raíz de una picada callejera). Al verse acorralado por la acusación, Guzmán se libró de Balbo acusándolo ante todos de «hincha de Talleres infiltrado», lo que desató la locura y la barbarie.
Es que el hombre en manada se convierte en una bestia sedienta de sangre, los valores desaparecen, no se razona y se terminan cometiendo barbaridades. Dolor. Indignación. Bronca. Todos sentimientos que se agolpan en la mente de quien simplemente fue a ver un partido de fútbol, y termina relatando semejante acto de vileza y cobardía.
Ojalá se haga justicia con quienes tiraron u obligaron a una persona a tirarse (¿importará a esta altura la diferencia?) de una tribuna intentando librarse de los golpes de unos y la pasividad cómplice de otros. Que se los juzgue, que se los condene a quienes se encuentre responsables. Pero que no se use esto para pegarle al fútbol. Las bestias están en una tribuna como están en la calle, en los barrios, en el centro, en las oficinas y los despachos.
No son privativos del fútbol. Están en todos lados.
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