Editorial

Equilibrios en la Torre de Babel

«(…) Con las más repetidas instancias, solicité al tiempo del recibimiento se me excuse de aquel nuevo empleo, no sólo por falta de experiencia y de luces para desempeñarlo, sino también porque habiendo dado tan públicamente la cara en la revolución de aquellos días no quería se creyese había tenido particular interés en adquirir empleos y honores por aquel medio. A pesar de mis reclamos no se hizo lugar a mi separación. El mismo Cisneros fue uno de los que me persuadieron aceptase el nombramiento por dar gusto al pueblo. Tuve al fin que rendir mi obediencia y fui recibido de presidente y vocal de la excelentísima Junta (…)», así lo manifestó Cornelio Saavedra, Memoria Autógrafa.

A 203 años de aquella expresión, las pruebas dan fe de que la búsqueda de la identidad en los argentinos es casi tan aguda como la del protagonismo. Hay quienes se esfuerzan en parecer, reivindicando el pasado, están los que le apuestan al futuro y están aquellos que utilizan el presente de maneras por demás significativas. Seguramente ninguna de esas maneras es muy parecida a la que manifestaba Saavedra en sus memorias, ¿no?

Por más que uno se esfuerce e intente colocarse en la mentalidad de aquellos hombres, es casi imposible darse una idea de todo lo que imaginaban, lo que soñaban; lo que sí es seguro es que le apostaban a un progreso escalonado y significativo que aún hoy no vemos; y no estamos sólo hablando de progreso económico, hablamos del progreso espiritual, del humano, del básico… aquel del que demostramos día a día carecer. Lo que también es seguro es que los ideales eran su principal leit motive, ideales que sufrieron una transformación tan profunda que se desdibujaron por completo.

Somos diariamente espectadores de una obra montada al mejor estilo Shakespeare, donde se conjuga la tragicomedia en una realidad ajustada en el escenario más común de la historia. Actores desplazándose en un escenario donde la gente no puede juzgar inmediatamente, donde los actores pueden expresar diferencias que no suman nada y donde pueden darse el lujo de refutar como si tuvieran en su poder la verdad absoluta.

Hoy estamos ante una realidad donde prevalece la lucha de poderes, las peleas, las culpas y la incertidumbre de una manera por demás explícita. Quizás deba darle la derecha a un filósofo amigo que manifiesta la seguridad de estar ante una “la Torre de Babel”.

Creo que está en lo cierto. Hay que hacer un mea culpa y darse cuenta que en esta constante tiranía por llegar al cielo, allí a lo más alto, estamos perdiendo mucho más que el equilibrio, estamos perdiendo los valores y los códigos y eso, déjenme que les confiese, es mucho más grave que cualquiera de las acusaciones que pudieran existir.

Claudia Fernández

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