¿Cuál es el perfil psicológico de un genocida?

Gilda Roxana Carnicero es psicóloga y vecina de Alta Gracia. Fue parte del equipo médico que realizó la pericia para el juicio a Cristino Nicolaides, último jefe del ejército de la dictadura militar, en el 2011. El represor fue encontrado culpable de asociación ilícita en concurso real con privación de la libertad calificada, apremios ilegales, secuestros, torturas y desapariciones. Si bien estaba bajo arresto domicialiario, murió antes de ser juzgado.
A pocos días de la muerte de Luciano Benjamín Menendez y cerca de una nueva conmemoración del Día de la Memoria, la licencia intenta, en diálogo don diario Resumen, retratar un perfil de la mente que caracteriza a este tipo de personalidades.

¿Cómo se puede explicar que alguien pueda actuar con este nivel de crueldad sin culpa?
Bueno, principalmente los militares involucrados en el genocidio tienen una causa específica. Un ideal al cual estaban convencidos que era una verdad incuestionable. Con respecto a la crueldad que supone este accionar, podría ser considerado que estas personas poseen un trastorno que se acerca a la psicopatía donde realmente no sienten culpa. Los regía una idea, un concepto de verdad y no importa como lo logran. No existe empatía alguna con el otro en este caso. Ellos estaban convencidos de eso. Pretendían nivelar una situación económica y creían que con persecusiones se podía lograr. Por otro lado, suelen tener una doble personalidad. De hecho el psicópata tien una doble personalidad. Una persona es en un perfil y otra en el otro. El caso es que la persona es realmente estas dos personalidades. Pero no es algo, podría decirse, delirante, el psicópata siempre tiene una causa: secuestra a una mujer porque la ama y la tortura por eso. Es decir, su idea es que es su amor de la vida, por eso la tiene secuestrada. Todo lo que le hace a esa mujer lleva el manto de acciones inspiradas en el amor. Un desorden perverso. Con los militares pasa lo mismo, tras la máscara de sacar adelante a la Argentina, de nivelar lo económico, etc, pasó lo que pasó. Todas las muertes, los secuestros, las torturas… El psicópata no siente culpa.

¿Cómo son estas personas en los demás aspectos de la vida?
Bueno, generalmente tienen un perfil obsesivo donde hay un listado de cosas que debería hacer. Un listado de “deber ser” muy exigente que si se salen de ahí, pierden el control. Y no sólo se lo exigen a si mismos sino que también esperan lo mismo del otro. Cuando fui a la casa de Cristino Nicolaides, su familia estaba muy desgastada por todo el juicio ya que no sabían todo lo que había hecho el padre. No se lo imaginaban. Sabían que había estado en el ejército durante la dictadura pero su conducta y carisma no levantaba sospechas de haber formado parte de tal proceder. Como padre de familia regia la bondad pero para el ejército la justicia, lo que ellos creían que era la justicia, lo correcto. Es más, por lo general no hay arrepentimiento de lo que se ha hecho justamente por esto.
¿Qué sentiste cuando te hicieron la convocatoria para la pericia?
Cuando me llegó la propuesta dudé mucho de tomar el caso. Despues de reflexionarlo profundamente decidí hacer estrictamente lo que la psicología manda, lo que podía hacer desde mi profesión. Una vez aceptado, fue duro también ver el manejo político que tuvo todo porque de repente llegaron abogados e interrumpieron la reunión. Éramos todos psicólogos, psiquiatras y las Madres de Plaza de Mayo. Llego un abogado con la familia y alteró toda la situación. Se buscaba el conflicto y era muy triste ver la familia tan deteriorada. Cristino Nicolaides estaba sobremedicado, casi postrado, la verdad. Recuerdo una de las hijas que dijo “de esta familia ya no queda nada. De mi padre ya no queda nada, qué más nos quieren sacar?” No era para nada fácil pero teníamos que hacer.

¿Tuviste miedo en algún momento?
Tenía mucho miedo. Mi hijo me decía: “no lo agarres mamá, mirá si te hacen algo los militares”. La verdad que dudé bastante pero bueno, tomé coraje y lo hice.

Tuviste algún otro caso similar?
No, pero estudié durante el Proceso donde desaparecían compañeros y había mucha tensión. Estudiábamos con un gendarme en la puerta, había abuso de autoridad. En aquel entonces sólo podían entrar 50, de esos 50 tenían que quedar 15, era una de las facultades más difíciles, buscaban la excusa para bocharnos. Es decir, toda esta cuestión de la represión del estado me tocó muy cerca desde el comienzo de mi carrera.

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