José María González: “No teníamos la gente que necesitábamos para el domingo”

José María González, Secretario General y de Recursos Humanos de la Municipalidad afirmó que la falta de personal disponible fue el factor responsable de los inconvenientes del domingo, cuando miles y miles de fieles llegaron a la Gruta: colas de autos, estacionamientos descontrolados, baños sin personal y falta de asistencia general.

El funcionario destacó la ausencia de accidentes durante todo el fin de semana, a la vez que justificó la ausencia del personal con cuestiones administrativas.

“Tuvimos aproximadamente unas 50 personas de la Secretaría General, tránsito, inspección general, bromatología, trabajando desde las 17 horas del viernes hasta el sábado a la noche ininterrumpidamente, inclusive bajo la lluvia”, aclaró González para luego explicar que no se podía contar con gente para el domingo.

“Este personal estuvo además reforzado por otras áreas. No dimos abasto con la cantidad de personal. No teníamos la gente que necesitábamos. Tratamos de conseguir pero no pudimos porque veníamos con la gente trabajando ya desde Colectividades y en el mismo operativo”, agregó.

De hecho, se recurrió a la ayuda de la policía, un buen número de efectivos que oficiaron de agentes de tránsito, guías turísticos y hasta de personal de baños.

“Honestamente es algo que tenemos que mejorar. El lunes tuvimos una reunión con el Jefe de Tránsito y nos replanteamos para los próximos eventos”,admitió González.

El operativo

La semana pasada se dio a conocer, en una reunión convocada por Gobierno de la Ciudad, la conformación del COEM (Comité Operativo de Emergencias Municipal), conformado por representantes de Policía, Bomberos, Transito, Defensa Civil, Salud Pública, para “el control y patrullaje de la Zona de circulación de la procesión”. Un operativo, que salvo las fisuras obvias y comprensibles, garantizó un día sábado tranquilo.
Menos gente de lo esperado, pero más peligros por la lluvia. La organización, por buena que fuera, terminó con las fisuras lógicas que fueron salvadas con buena voluntad y vocación de servicio. El Hospital Illia a las 8 de la mañana estaba desbordado. La mayoría fueron casos menores, pero los médicos de guardia llevan horas de trabajo sin parar.
Peregrinos descompuestos por el cansancio y por la mala y apurada alimentación, que no era apta para semejante esfuerzo físico, explican desde Defensa Civil cuyo personal estuvo afectado por más de 24 horas corridas.
Nada nuevo, por cierto. También es un ritual que se repite año tras año.


Un domingo descontrolado

Lo incomprensible fue el domingo: no debiera haberse escapado a los funcionarios y entidades que formaron parte del Operativo Virgen de Lourdes, que el hecho que la celebración cayera un sábado implicaría no sólo una mayor permanencia de gente, sino un recambio constante de fieles. Es más, la gacetilla de prensa oficial finalizaba con una consideración algo preventiva: “Este año, el 11 de febrero cae sábado, por lo que se esperan visitas de fieles en formato Fin de Semana para lo cual se dispondrá controles durante todo el fin de semana.”

Sin embargo, la Municipalidad brilló por su ausencia, frente a casi la misma cantidad de gente con respecto al sábado. Menos caminantes, pero más autos. La multitud que el sábado le escapó a la lluvia se le animó al domingo soleado y primaveral.

Pero no fue lo mismo. Ya no estuvieron los controles municipales. No existía casi control alguno, salvo la policía que oficiaba de control de tránsito, y la desorganización le ganó a la fiesta.
La falta de control derivó en el descontrol, y en ese caos cada uno hizo lo que quiso, o lo que le pareció correcto sin que hubiera quien le indicara normativa alguna.

Entonces, los baños no tenían gente que los atendiera ni los higienizara. Entonces, cada uno estacionaba donde quería o podía. Entonces, el tránsito era un caos y todo se salió de control.
El operativo, (bueno, regular o malo eso lo tendrán que evaluar quienes lo diagramaron) finalizó con las últimas horas de la noche del sábado. El domingo la fe volvió a mover a miles, pero nada fue lo mismo. Por suerte, o porque la Virgen así lo quiso, no pasó nada.

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