Sociedad

De colección: la artista que tiene 85 años junto a la pintura

Desconocida para muchos pero impresindible para los que aman el arte. Nacida en Buenos Aires, a los 5 años empezó a dibujar y a los 7 ya había ganado su primer concurso de la fundación Caras y Caretas. En el ’56 se instala en Alta Gracia para quedarse. Conoce y estudia con Luis Hourgras, fue directora del Anglo y docente del Museo Dubois. Expuso en Estados Unidos, Canadá y en Alta Gracia. Pintó cientos de cuadros, más de los que guarda en su memoria. Se metió en los senderos del valle para retratar paisajes. Pinta con oleo, acuarela, sobre porcelana, tela, hace esculturas, toca el piano, participa de un coro y, a sus noventa años, está averiguando para comenzar clases de fotografía. ¿Quien pudiera nacer artista?. Sobre su piano, parece urgente aún el rescate, en medio del océano, de uno de los barcos de la Segunda Guerra Mundial. Y los paisajes, con una nitidez difícil de obtener hasta si uno estuviera al frente de esa misma escena. De apetito inagotable y una lucidez tal que uno duda que haya cruzado casi todo el siglo XIX, Diario Resumen dialogó con Juana Rambolá en su casa.

¿Cuándo comenzó a pintar?
Empecé de muy chiquita. Mi familia siempre me apoyó. A los 5 años ya estaba pintando y a los 7 gané el concurso de “Mejor Dibujo” de la fundación Caras y Caretas. Me lo entregaron en el Teatro Colón. En ese momento quedé impresionada. Por cuatro años más, gané los concursos de esa revista. Después estudié en la Escuela de Arte de Buenos Aires y nunca dejé de pintar. Hoy, lo sigo haciendo, pero más que nada retratos.

¿Qué es lo que más le gusta hacer?
Empecé con oleo, toda la vida pinté con oleo. Después pinté con acuarela, pintura pastel, acrílico….más tarde con porcelana, sigo pintando sobre porcelana. Y después con Luis Hourgras, un encanto de persona, nos hicimos muy amigos. Cuando él empezó a enseñar escultura, aprendí con él. Hasta el año pasado estuve dando clases en el Museo Dubois, porque Luis me había pedido que lo haga cuando se enfermó. Pero ahora ya no, tengo 90 años… ahora hago lo que quiero, de a poquito. Y lo que más me gusta es la pintura aunque la escultura da mucha satisfacción.

¿Cómo observa una escena para retratarla y qué sucede adentro suyo?
Cuando mi marido vivía, íbamos a los lugares más remotos de por acá. Caminábamos por la sierra hasta que el camino terminaba. Y yo agarraba una tela y un caballete, dibujaba, daba los primeros pasos, estaba toda una tarde pintando. Y después me iba a mi casa y lo seguía ahí. No fotografiaba. Trataba de sacarlo y no me conformaba ni la primera ni la segunda ni la tercera vez que me ponía a pintar. Uno va trabajando, suspende, al día siguiente vuelve a mirar, a criticarse a uno mismo hasta que le encontrás el alma. Llega un momento que decís “ahí esta, ya lo tengo”. Cuando le encontrás ese toque, entonces seguís con alegría, sin preocupación.

¿Ha hecho exposiciones?
Sí, expuse en Estados Unidos y Canadá. En el Museo del Virrey estuve muchos años seguidos. El año pasado, por ejemplo, hice una muestra en la Casa de la Cultura, con dos amigos. Pero la verdad, lo que hago ahora lo hago por mí. Tengo un dormitorio lleno de cosas. Pinto lo que tengo ganas y regalo.

¿Cuándo llegó a Alta Gracia?
A Alta Gracia llegué en el año 1956. Fue porque una de mis hijas tenía problemas de salud. En aquel entonces estábamos entre Alta Gracia y Villa Carlos Paz. Nos gustó más esta ciudad porque ya tenía escuela y algunas calles asfaltadas. Una vez que nos instalamos,  no nos quisimos ir más. Pero lo que sí hicimos en su momento, fue viajar mucho y llegamos a vivir un tiempo en Estados Unidos, aunque siempre volvimos. Una anécdota: alquilamos en Toronto un piso por casi dos años. Cuando nos estábamos yendo, la gente que se mudaba ahí vio los cuadros que tenía colgados y me los compró a todos. Eso fue increíble.

Usted fue alumna de Luis Hourgras, ¿Cómo lo recuerda?
Era un hombre que sabía un montón. Lo tenías que querer o querer. Y a pesar de que tuvo una enfermedad muy larga, estaba siempre de buen humor. Hacía quimioterapia cada 6 meses, sufría, pero él siempre pintaba con una sonrisa. Era un amor ese hombre. Un verdadero artista. Ya se cumplieron 3 años de su muerte y la seguimos sintiendo. Lo recordamos con cariño, con alegría. A Julio (Incardona) le transmitió conocimiento de una forma muy desinteresada. ¿Viste que los genios a veces son un poco egoístas? Hay secretitos que no te los dan. Bueno, él no era así, los entregaba todos.

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