Preparan la mezcla, llenan baldes, se suben a los andamios. Cualquier podía pensar, en una primera lectura que hablamos de la actividad diaria que cualquier albañil puede realizar en una de las tantas obras en construcción de Alta Gracia.
Pero estos albañiles no son como los demás. Tienen el cabello largo, la ropa de trabajo les queda bastante holgada y de lejos nomás se ve que algunas no tienen demasiada experiencia.
Son un grupo de chicas que cada mañana se levantan con el sol para apurar los primeros mates y empezar a ver que esté lista la pala, la cuchara, los caballetes. Es que comienza un nuevo día de trabajo y el enduído tiene que estar listo, el cemento y la arena en cantidades necesarias y los cerámicos desempacados para colocarse. Y así es cada día de sus vidas desde que decidieron unirse a un grupo de trabajo que realiza tareas voluntarias de albañilería en la iglesia ubicada en la última cuadra de la calle Ferrer Moratel.
Mameluco y andamio
Son entre diez y doce las mujeres que diariamente acometen con estos trabajos que generalmente uno piensa, estrictamente masculinos. Ellas hacen la mezcla, ellas llenan los baldes, se trepan a los andamios, levantan paredes, colocan pisos. “Mi esposo trabaja de chico en esto, cuando nos casamos ya trabajaba en obras. Me fue enseñando y lo que se, me lo enseño él. Las chicas que llegan, aprenden cuando vienen. No es común, pero tampoco es tan complicado, termina siendo un trabajo artesanal, así lo vemos y lo hacemos”, explica Karen, una santafesina de no más de 25 años, una de las chicas albañiles.
Y la realidad es esa. Ninguna o casi ninguna de ellas llegaron a las obras sabiendo el oficio, lo fueron aprendiendo en la práctica, en el día a día. Y hoy están capacitadas como cualquiera. Algunas, se han especializado y es común verlas con una amoladora en la mano cortando cerámicos, o haciendo la instalación eléctrica para todo un edificio. O dándole un toque si se quiere hasta personal a lo que para muchos puede no ser más que el simple revoque fino de una pared.
Las rescatamos como ejemplo que marca que por estos días el trabajo pesado ha dejado hace rato de ser privativo de los hombres, y que ellas son el ejemplo más acabado de que la capacidad y las ganas todo lo pueden. Cuando cae la tarde y el frío les gana a todos, lavan los baldes, acomodan las reglas y van a sus hogares, que allí empieza la historia de su otro trabajo: ser esposas, madres, amas de casas. Cansadas, doloridas. Felices por la labor cumplida.
0 204 2 minutos de lectura
Comentarios: