-De José Tissera
“La paciencia es un árbol de raíces amargas, pero de frutos muy dulces”.
La desafortunada, a mi entender y por lo que enseguida se verá, decisión de una cliente, y la endeble participación (afortunada para nosotros), de nuestro reemplazante, fueron elementos que, más allá del legítimo Derecho a la debida defensa en juicio, que todo ciudadano tiene, apuntaron deliberadamente, a horadar el legado recibido, con mucho orgullo, de mis padres. Se trata del capital ético y moral cultivado a lo largo de la vida: lealtad y honestidad profesional con miles de clientes que confiaron la defensa de sus Derechos, especialmente trabajadores. Dignifiqué la profesión durante 55 años. Jamás tuve una denuncia por su ejercicio, menos de colegas, en el Tribunal de Disciplina.
Hace cuatro años, sin embargo, la opinión pública fue conmovida por una artera malintencionada información, divulgada premeditadamente por las redes sociales, algunos escribas sensacionalistas y panfletos callejeros. La noticia era haber sido yo denunciado penalmente por la estafa a una “pobre y desvalida mujer”, usurpando el título de abogado. El autor intelectual de la épica cruzada lucía sonriente, ganador, en una selfie.
Durante cuatro años, en silencio, con la dignidad y paciencia que nunca perdí, sobrellevé la afrenta, personal y social, defendiéndome en el único lugar que conozco: la Justicia.
Jamás respondí los términos y palabras injuriosas y calumniosas con los que se pretendía, vanamente, conmover a los Magistrados. Un primitivo arte legal, inservible. Pero tanto la denuncia, como los agravios vertidos, me conmovieron espiritualmente, y desequilibraron mi proyecto de vida. Que era, por la edad, disfrutar de los nietos, amigos y viajar cuando pudiera. Es decir, violentaron la paz interior, injustificada e ilegalmente.
Tuve un poderoso aliciente: esposa, hijos y amigos. Ellos sabían que era incapaz de cometer tamaño crimen. Pero debía demostrar la inocencia. A eso debí dedicarme estos años.
Al muy poco tiempo, el Fiscal de Instrucción dictó el primer sobreseimiento. Comprobó que no hubo ninguna tentativa para estafar a la clienta. Cabe recordar que cuando me buscó, según dijo en presencia de su pariente, era “por mi prestigio”, y estaba en la pobreza. En solo un año de intenso e inusual trabajo del Estudio, obtuvo buenos dineros por las cosechas, bienes muebles y campos que legítimamente le correspondían. Su vida cambió, mudándose a un muy buen departamento, y hasta pudo sacarse fotos, con su familia, en la Torre Eiffel de París.
Cabe apuntar que la cuestión patrimonial había sido libre y voluntariamente acordada y firmada en los Estrados del Tribunal. Concluída la tarea, debía abonar honorarios por un servicio prestado con lealtad y eficiencia.
Entonces, para evadir su obligación, dijo ante el mismo Tribunal, con patrocinio y firma de abogado, que la división no era justa y, por lo tanto, no debía abonar honorarios. Se dio trámite al incidente en sede civil y hasta la contraparte desmintió lo que ella ahora manifestaba.
Al poco tiempo, y cuando su maniobra iba a quedar desbaratada en el juicio civil, disparó, con el mismo patrocinio legal, una artera estocada: la denuncia penal en la Fiscalía de Instrucción. Y no la hizo corta: se pidió asociación ilícita con los otros dos integrantes del Estudio: mi hijo y Agustina, para ser todos encarcelados y escrachados. Con el celular listo para divulgar las fotos urbi et orbi: requiriendo allanamientos y secuestros de nuestras oficinas, y hasta del propio domicilio familiar, donde vivo con mi esposa, ambos mayores de edad. Querían llevarse todo; computadoras, carpetas, menos libros, por supuesto. No les hicieron lugar a tamaño disparate.
Tras la investigación, el Fiscal dictó el sobreseimiento: ella no había sido defraudada en un solo centavo, los honorarios no habían sido regulados ni pagados. Todo había sido correcto y consensuado entre los cónyugues. No hubo el más insignificante daño patrimonial.
Fueron al Juez de Control. No tuvo suerte. Recurrió a la Cámara de Acusación, donde ni siquiera le abrieron las puertas. Y por último, inveterada costumbre, al Tribunal Superior de Justicia. El Fiscal termino la sepultura: no se adhirió al planteo,. Todo termino, judicialmente, y para siempre, con la pretendida y publicitada estafa: nunca la hubo, ni siquiera fue intentada por los abogados acusados.
Y la Sala 11ª del Crimen, dicto mi otro sobreseimiento, por la usurpación de titulo: lo dije y sostuve a lo largo de estos años: he sido, soy y sere abogado, hasta el ultimo dia de mi vida.Usurpa quien no tiene titulo. O, cabe acotar, hay algunos que lo tienen , pero son asnos peligrosos. Mas, cuando están colgados de la Administración Publica y los dineros son de los contribuyentes. Es harina de otro costal, que debe ser afrontado por los responsables..
Y asi termino otra de las tantas azarosas misceláneas de mi vida, luchando.. He lidiado en mil combates legales, pero esta batalla, era personal. Se pretendió mancillar mi honor, el bien mas preciado que tengo, y dejare a hijos y nietos. . Nunca quise ser político ni funcionario publico. Aborrezco los corruptos , e incapaces Entre ellos y yo. “ hay algo personal,” .
Comienza una nueva etapa, Dios mediante, placentera.. Seguiré viajando, como siempre lo hice, con los ahorros percibidos por mi trabajo , desde los 13 años., y disfrutar de nietos y amigos. . Aspiro perciban sus honorarios , los socios del Estudio, que mucho trabajaron. Los del amigo abogado, que me patrocino, porque le impusieron las costas a la perdidosa, por la denuncia y los Recurso que no prosperaron. Y si la acción por daños y perjuicios, de las imputaciones injuriosas y agraviantes, innecesarias , ajenas al estilo y decoro judicial, pronto a ser iniciada, y cuyos fondos serán destinadas a entidades benéficas.
Gracias a todos.
Jose Raul Tissera, abogado por vocación, y ciudadano libre pensador, por convicción..








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