Noticias

Alta Gracia… «Ciudad con encanto»

Dicen que los pueblos son nidos de víboras…es un dicho o sentir popular. Y si bien acá los chismes corren rápido y están siempre los que se alegran de las desgracias ajenas con más veneno que yarará de las malas; aunque existen las envidias profundas y los odios -nuevos y añejos- (aún los heredados que pasan en las familias de generación en generación hasta sin saber ya la causa del enojo), pese a que los dichos tienen siempre algo de verdad, cierta sabiduría… yo quiero creer que no.

Que los pueblos, incluso las ciudades como la nuestra que ya de pueblo tiene muy poco, son también comunidades con sus personajes y lugares queribles y queridos de los que vale la pena decir algo. Algo lindo, una especie de antichimento.

Haciendo foco en lo que suma, en lo que le da a Alta Gracia ese plus por el que tantos la elegimos para vivir.
Que las ciudades están hechas más que nada de su gente, de los que son referentes y referencias. Esas que cuando nombramos: “frente a lo del Pini”, “al lado de lo de Pipino”, “en la cuadra de Luppi”…todos sabemos de qué se trata. Como un mapa.

Gente, calles, cuadras especiales, edificios, casas antiguas, negocios inolvidables, olores, algunos árboles centenarios, varias estatuas hermosas, cosas que dan identidad y sentido
de pertenencia a todos sus vecinos. Hasta algún perro…varios locos.

Son esas primeras personas y lugares de las que, aquellos que se mudan y adoptan la ciudad como propia (y son
adoptados también), escuchan anécdotas e historias. Tantas que al final terminan dudando si alguna vez probaron un sánguche de Las Violetas o no; si escucharon al señor que gritaba en verano “heeeelado” con su carro, vendiendo esas tacitas de La Merced que llegaban en las siestas sofocantes
como un regalo del cielo; si vivieron realmente o soñaron una temporada en la pileta del Chungui Caviglia a puro juego, como parte de su grupo de tarzanes.

Me propongo ir contra la corriente del bullying en las redes, de esa forma de mirar al otro haciendo de su defecto, su error, su falta o falla…el todo; como si alguno de nosotros fuera tan puro o pudiera verse en términos de blanco o negro.
Cómo no intentarlo en esta bella ciudad que si algo tiene son colores!.

Los naranjas, marrones y amarillos del otoño más lindo del país y la variedad de verdes que desde noviembre disfrutamos
en el arroyo, en el Sierras o en el Parque García Lorca a la tardecita (buscando el fresco), reposera o lona y conservadora
mediante. Rescatar y reseñar esas imágenes cotidianas o recuerdos comunes, los rituales individuales y colectivos que no nos dejan olvidar que somos de acá. Que vinimos o elegimos quedarnos en A.G. porque tiene cosas y personas de las que vale la pena dejar registro. Podemos también, -y tal
vez sea otro buen ejercicio- vernos defectuosos, pero no como individuos (cada uno sabe de sus propias miserias y, el que no, el que se cree sin fallas, pobre…), ver qué de nosotros como
sociedad hace que la pifiemos y vivamos peor de lo que podríamos con mínimos cambios de actitud. Una crítica no
venenosa, pero si provocadora, que sirva para avanzar en algo, para mejorar(nos).

Tenemos suerte, es la nuestra todavía una ciudad con encanto de pueblo. No porque no pasen cosas tremendas,
sino porque aún queda gente maravillosa.

Por Lucia Ellese

Dibujo: Osvaldo Rugani

 

 

 

Mostrar más
 

Noticias Relacionadas

Comentarios:

Botón volver arriba