El gran imperio de Roma se encontraba en decadencia y el emperador Claudio III prohibió el matrimonio, ya que sostenía que los soldados casados rendían menos en batalla que los solteros, por estar pendientes emocionalmente de su familia.
Por ese entonces, un sacerdote cristiano, llamado Valentín, al enterarse de la disposición del mandatario, se opuso y lo desafió. Creía firmemente en la unión entre las parejas, por lo que decidió continuar con las misas de manera secreta: lo hacía en las bodegas de las cárceles del Imperio, sin más testigos que él y Dios.
Cuando el emperador se enteró, mandó a capturarlo y ejecutarlo. Valentín fue encarcelado y según relatan algunas versiones, el oficial encargado de apresarlo se burló de él y en su intento por ridiculizarlo lo puso a prueba: le pidió que curara la ceguera a su pequeña hija, Julia. El cura aceptó y a los pocos días la niña recuperó la vista. El guardia, atónito, le agradeció y desde ese momento se convirtió en un devoto del cristianismo.
Sin embargo, el milagro no fue suficiente para hacer cambiar de opinión a Claudio III y el 14 de febrero de ese año Valentín fue decapitado cerca de una puerta que más tarde fue nombrada “Puerta de Valentín” para honrar su memoria. Luego de su muerte, Julia, agradecida por haberle devuelto la capacidad de ver, plantó un almendro de flores rosadas junto a su tumba.
Fuente y foto: TN
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