Celulares y tablets avanzan sobre un terreno que durante décadas estuvo dominado por muñecos, autitos, pelotas y juegos de mesa.
El acceso temprano a la tecnología y la presencia constante de pantallas transformaron los hábitos infantiles. Videos breves, videojuegos y aplicaciones ofrecen estímulos inmediatos y captan la atención durante horas, desplazando en muchos casos al juego libre y al intercambio con otros chicos.
Algunos padres recurren a los dispositivos como herramienta para calmar o entretener a los bebés, sin medir que la exposición continua puede afectar su desarrollo sensorial, la atención y la interacción con el entorno. Desde UNICEF advierten sobre este escenario. En la Guía sobre el uso de pantallas en la primera infancia, elaborada por UNICEF Argentina, el organismo remarca que el uso excesivo y sin acompañamiento adulto puede afectar el desarrollo emocional, la atención y el descanso, y subraya la importancia del juego como un derecho fundamental en la niñez.
En contraste, especialistas señalan que los juguetes tradicionales y el juego no estructurado cumplen un rol clave: estimulan la imaginación, el movimiento corporal, la creatividad y la socialización. No se trata de demonizar la tecnología, sino de evitar que se convierta en la única forma de entretenimiento.
Organismos internacionales coinciden en que el desafío no está en elegir entre juguetes o tecnología, sino en poner límites claros, priorizar contenidos adecuados y garantizar tiempos de juego compartido, físico y simbólico.
En un mundo cada vez más digitalizado, la pregunta persiste y atraviesa a toda la sociedad: ¿Qué infancia estamos construyendo cuando el juego queda en segundo plano frente a una pantalla, estamos criando infancias felices o usuarios?
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