Fue una terrible descripción de todo lo peor que puede sufrir una mujer por parte de un maltratador. Muchos golpes, sometimiento económico, control, amenazas de todo tipo, humillaciones, aislamiento y prohibiciones de todo tipo nutrían el catálogo de lo que, según la viuda, sufrió durante su larga relación con Romero.
Los jurados populares, los jueces técnicos –José Cesano, Luis Nassiz y Patricia Soria–, el fiscal Sergio Ruiz Moreno y los abogados defensor y querellante escucharon en silencio los padecimientos que la mujer relató a lo largo de casi una hora de testimonio.
Enterado de esto, Romero fue a buscarla y la golpeó embarazada, y le dijo que iban a volver a estar juntos. A esa altura, el fiscal Ruiz Moreno preguntó por qué volvió con él. “Porque se quedó”, respondió ella. El acusador replicó: “¿Por qué usted lo acepta?”, a lo que Patricia dijo: “Por miedo”. “Él me decía que si iba a la comisaría, me iba a moler a golpes”, completó.
Según el testimonio, era tal el sometimiento que hasta le prohibió relacionarse con su prima y otros familiares que la habían apoyado mientras estuvo sola.
Maltratos
Al indagar por los detonantes de la violencia, ella aseguró que sucedían “dos o tres veces por mes”. “Me tiraba la comida por la cabeza”, porque no le gustaba y su abuela cocinaba mejor, o porque hacía algo mal.
Ella no sabía lo que pasaba en las horas en las que se iba a trabajar, pero aparentemente el niño sumiso y de carácter introvertido, inmaduro emocionalmente, estaba sufriendo un verdadero calvario. Trascendió que le hacía cortarle las uñas, cebar mates y que lo tenía para todo tipo de mandados.
El abogado del acusado, Diego Agüero, y el querellante por un hijo de la víctima, Sergio Sánchez, también ayudaron a desentrañar más de la personalidad del fallecido y de la relación con Patricia y Maximiliano. Sufrió una lesión laboral en un tobillo y “se había hecho otorgar un certificado médico de discapacidad”, por lo que comenzó a percibir una pensión no contributiva, una “miseria”, según dijo ella.
Patricia era la que llevaba el dinero al hogar, mientras él sólo salía a hacer “alguna changa” cada tanto. En invierno no trabajaba “porque hacía frío”.
A pesar de su “discapacidad”, se relató en la audiencia que Romero se “imponía” físicamente y le comentaba a ella: “¿Viste cómo me respetan en la cuadra?”.
Para completar el cuadro, él le pedía el dinero que ella obtenía de trabajar en la casa de un conocido pediatra de Alta Gracia, iban al supermercado a comprar lomo y las cosas que a él le gustaba comer y quedaba muy poco dinero. Sobre lo que percibía de pensión, era para sus gastos.
“Feliz”
Un joven que dispara al padrastro mientras duerme será algo difícil de revertir para la defensa de Romero Bargas. En la próxima audiencia judicial se encontrarán los peritos psiquiatras y psicólogos, oficiales y de control, para determinar en qué condiciones estaba el joven a la hora de disparar.
Su madre dice que no ocurrió nada especial, pero relata los largos pesares que pasaba el joven a diario. Sí recordó que Romero le decía que era un inútil y que “últimamente la tenía con que era puto, porque no tenía novia”.
Cuando le preguntaron cómo estaba su hijo en la cárcel, la mamá respondió: “Está bien, está distinto, porque ahora habla. Se siente feliz. Feliz, porque dice que está libre”.
Recordemos que el joven está imputado de «Homicidio calificado con alevosía y arma de fuego».
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