
El Indio Solari regresó a los escenarios luego de un año, ante un público que algunos estiman de unas 300 mil personas, en Olavarria. La” misa”, que se realizó en el predio La Colmena, arrancó a las 22 y por unos incidentes entre el público más cercano al escenario, el músico tuvo que suspender por unos cuantos minutos su show.
El saldo trágico fue de 2 muertos, una herida grave y unos cuantos hospitalizados. Resumen dialogó con dos jóvenes de nuestra ciudad, entre los muchos que recorrieron más de ochocientos kilómetros para ir al recital del Indio. Más allá del saldo de los fallecidos tal vez (aún no se sabe) por el descontrol parte más cercana al escenario, son muchos los testimonios acerca de la falta de control y una ciudad colapsada por la cantidad de gente.
Luciano Constantini, un estudiante de la UTN de 20 años, contó que salió con un viaje organizado por la empresa Próxima Estación, a las 23 horas del viernes, para llegar a las 11 del sábado. Se encontraron, ya recién llegados, con unos cuantos problemas de tránsito, pero destaca que el ingreso al predio, entre cánticos y euforia fue, “dentro de todo, tranquila” Pero una vez adentro, cuando todavía no había ingresado la totalidad de la gente, “toda la gente se iba apretando adelante, desde el comienzo, aunque el predio no estaba lleno” relata Luciano.
Después de “Ropa sucia”el Indio frenó el recital y “empezó a pedir por defensa civil y ambulancias para que se lleven a la gente de adelante que parecía haberse desmayado. “Hasta él mismo decía que es imposible controlar toda esa gente y pedía que lo borrachos se fueran para atrás” relata el chico, que estaba ubicado en proximidad de la primera de las 12 torres de sonido.
Acerca del final del show, Luciano hace un relato que deja entrever que el balance podría haber sido mucho más dramático aún: “Toda la gente queriendo irse por la misma salida y no había forma. Encima la gente no sabía por qué lado ir, porque un lado estaba cerrado. Eso fue uno de los problemas: no estaba señalizado por dónde ir. La mismos vecinos de la ciudad, arriba de los techos, pedían tranquilidad porque la gente empujaba y había que esperar a que salieran los de adelante. Por eso, hubo gente que se empezó a desesperar y se subía a los techos de las casas. Y cada vez venía más gente, y cada vez era peor”.
Luciano y sus amigos lograron llegar ilesos al micro, pero entre ellos conversaban, mientras se alejaban del predio, acerca de que “algo podría haber pasado a la salida, porque fue muy sufrida”. Pero la vuelta a casa también fue complicada. “ Subimos las 4 y media de la mañana y el colectivo estuvo hasta las 8 y media tratando de salir y recién llegamos a Alta Gracia a las 12 de la noche del domingo”, cierra.
Mauro Vega, estudiante de derecho de 27 años, viajó también con una empresa y llegó a las 2 de la tarde del sábado. “A medida que íbamos avanzando se veía una cantidad de gente realmente impresionante, más dela que vi en Tandil, Junin y Gualeguaychú, otros recitales a los que fui”. Con respecto a que si se veía entrar a mucha gente sin entrada, Mauro confirma que es algo usual en los recitales del Indio, “ para evitar disturbios es muy común que la misma gente de la productora deje pasar a la gente sin entrada”. Mauro no encontró muchos inconvenientes con la salida, porque se fue en seguida pero destaca que le llamó la atención la falta de control tanto al ingreso como al final del recital: ” No había policía, ni a la entrada. Generalmente unas dos cuadras antes hay, te hacen dejar botellas, vasos y demás elementos, eso nos sorprendió”.
Su impresión, sobre lo que quedó después del recital, fue la de una ciudad que “no estaba preparada para eso, estaba colapsada”. Acerca de las responsabilidad de los hechos, Mauro, quien desde hace años sigue al Indio por todo el país aclara: “Nosotros también somos un poco responsables, por toda esa mística que se arma. Deberíamos cuidarnos un poco más y cuidar la del al lado”, concluye Mauro.
Ambos jóvenes destacaron la actitud y predisposición de los vecinos de Olavarría, quienes, todavía ahora, están tratan de ayudar a los que aún no pudieron volver a casa.
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