Maradona o “el Diego”, como lo llamaban tantos con amor y respeto, no fue solamente un ídolo popular por su extraordinaria habilidad con la pelota. Dejó su impronta por ser un hombre que, aún lleno de contradicciones, nos enseñó que se puede llegar bien alto y desde ahí apoyar la causa de los más desprotegidos.
Como las grandes figuras de la historia, esas que influyen –consciente o inconscientemente- en la vida de millones de personas, Maradona fue amado y odiado con la misma intensidad. Sin embargo, es innegable que el amor se impuso al odio.
Fue un ídolo popular más allá del juego, más allá de sus hazañas futboleras. Se corrió de la comodidad de la fama y el bienestar económico, porque se sentía parte del pueblo. Por eso no olvidó sus orígenes, y por eso se puso al frente de la defensa de los derechos de los jugadores de fútbol, que no eran famosos o populares como él.
Los grandes “lobbies” no le perdonarían su rebeldía, y en lo que muchos consideraron un ajuste de cuentas, su carrera como jugador de fútbol se truncó ante un análisis positivo de efedrina, en aquel mundial del año 1.994.
Pero esto no acalló al rebelde de Villa Fiorito, que hizo suyos los reclamos de los jugadores. Estas reivindicaciones iban desde el derecho a percibir un porcentaje de lo recaudado en los contratos televisivos que transmitían los partidos, hasta revisar el horario de los encuentros, ya que muchas veces se programaban al mediodía, afectando así la salud y el rendimiento físico de los jugadores.
Fue así que en el año 1.995 ideó, fundó y presidió, junto a otros astros del fútbol, la Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales (AIFP), un proyecto colectivo que intentaba reivindicar los derechos de los jugadores de fútbol profesional.
Este proyecto tuvo además el apoyo del jugador belga Jean-Marc Bosman, que ese año había ganado un juicio en contra de la U.E.F.A. (Unión de Federaciones Europeas de Fútbol), logrando la liberalización de los fichajes de jugadores comunitarios (es decir, los nacionales de países que pertenecen a la Unión Europea).
Pelé, quien tuvo grandes desencuentros con Maradona, prestó su apoyo al proyecto. Cuenta Galeano en su libro “Cerrado por Fútbol”, que el brasileño envió una carta en la que textualmente dijo “Vamos a formar la mejor selección de todos los tiempos, la selección de los atletas libres”.
Claro está, que la creación de este sindicato se contraponía a los intereses de los dirigentes de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), que es el máximo organismo regulador del fútbol a nivel mundial.
Maradona, que amaba el fútbol y lo entendía como una vocación, comprendió que la FIFA había convertido a ese deporte en un fabuloso negocio, en el que los jugadores eran considerados mercancía, sin permitirles la participación en la toma de decisiones cuando se organizaban los campeonatos mundiales.
Si bien su iniciativa sindical no prosperó, sentó las bases para futuras luchas en favor de los trabajadores del fútbol profesional, dándole impulso a otras organizaciones, como la Federación Internacional de Asociaciones de Futbolistas Profesionales. La FIFPRO había sido creada en los Países Bajos en el año 1.965, y está formada actualmente por 65 sindicatos nacionales asociados. Su principal función es representar los intereses de los futbolistas profesionales.
Es por eso que muchos entendemos que el 25 de noviembre de 2.020 no sólo murió el ídolo futbolista, también se fue un rebelde que apoyaba las causas justas, o mejor dicho, que peleaba contra las injusticias.
Un hombre lleno de contradicciones, como todos y todas, pero al que se le exigía mucho más que al resto.
En nuestra sociedad ser macho significaba –y así sigue siendo- tener privilegios. Pero “el Diego” no era omnipotente, y a pesar de todas sus imperfecciones, tuvo conciencia de clase, y una posición política que siempre fue en el mismo sentido: el de transformar al mundo y hacerlo más justo. Y esto paradójicamente, es un punto en común con la lucha del movimiento feminista.
Maradona se plantó contra la FIFA y la CONMEBOL, pero también se opuso al bloqueo económico a Cuba. Apoyó a los países de la UNASUR, se reunió con los líderes de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Brasil, porque se sentía identificado con las políticas de fortalecimiento del bloque sureño. Y por supuesto, estuvo junto a Néstor y Cristina. También acompañó en su lucha a las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo.
Estaba en lo más alto, pero no olvidaba al pueblo. No olvidaba a los trabajadores, porque se sentía uno de ellos. Acompañaba las luchas populares, pero nunca aceptó participar como candidato en política. Sabía que desde su lugar haría más visibles sus convicciones. Es por eso que lo amaban y respetaban incluso desde posiciones antagónicas.
Se fue un hombre que lo tuvo todo, y que entendió que la inequidad hacía que hubiera muchos otros que no tuvieran nada. Es por ello que quedará en la memoria colectiva no sólo su juego extraordinario, sino también su posición política, sus convicciones, y su manera de plantarse frente a los poderosos. Por eso fue amado. Por eso fue odiado. Pero ya todos lo sabemos: el amor vence.
Por Laura Cociglio, Abogada Especialista en Derecho del Trabajo.
M.P. 1-37197 CSJN Tº 505 Fº 66
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