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«Nunca se termina de hacer cumbre en la vida, nadie tiene que perder las esperanzas»

Carmen Faya es docente del Jardín Santiago de Liniers. Hace pocos días logró hacer cumbre en el Aconcagua, a puro pulmón y sola en su preparación. Tiene 52 años, pasó por un delicado estado de salud y asegura que siempre hay algo nuevo para descubrir en la vida, seguirá con sus anhelos de seguir haciendo cumbres.

Carmen es de Alta Gracia y está a la cabeza del Jardín de Infantes Santiago de Liniers. Es, a simple vista, una vecina más de nuestra ciudad. Pero Carmen tiene algo que destaca, y es su espíritu de superación, su forma de hablar, dejando constantemente frases y comentarios que a más de uno dejan pensando.

La docente, de 52 años, realizó nada más, ni nada menos, que una proeza loable: logró hacer cumbre en el Aconcagua, nada más que con un entrenamiento casero que incluía caminatas, salir a correr, hacer ejercicios de fuerza en los brazos, cambiar el plan de alimentación y hacer todo tipo de sacrificios para lograr su meta. Sacrificios que iban desde lo más mínimo, como no permitirse una cerveza con amigos.

Con un sueldo de docente, le hizo frente al gran esfuerzo económico que implica acceder a tal proeza. Por fortuna, contó con el apoyo de Adrián Camerano, uno de los tres altagracienses que también hicieron, hace poco más de un mes, cumbre en el Aconcagua. Él le prestó su casco, campera, cubre pantalón, mitones, un equipo que cotiza en dólar, para que sea más liviano el costo de la hazaña. Carmen comenta, por ejemplo, que ducharse en el Aconcagua tiene un costo de 25 dólares (aproximadamente 1540 pesos argentinos, al dólar hoy), pero los montañistas suelen ser solidarios entre todos; y hay quien brinda un par de jarritos de agua caliente para que un compañero pueda higienizarse y retomar energías con un baño caliente. Carmen destaca, en todo momento el apoyo de la gente: desde sus seres queridos en Alta Gracia, que le dieron apoyo emocional y cuidaron de sus perros rescatados en su ausencia (sí, porque Carmen también rescata perros abandonados), hasta sus dos compañeros de cumbre, quienes cuando las fuerzas no daban para más, una palmadita en la espalda o unas palabras de aliento la hacían seguir adelante.

Para llegar a la cima de la montaña más alta de América, la docente tuvo que transitar un largo camino. «Cada campamento era una conquista», expresa a RESUMEN, con respecto a los distintos espacios previos a la cima. Pero también fue una cima personal. Hace unos años, Carmen fue diagnosticada con una enfermedad cerebral, donde incluso recibió del Ministerio de Educación una tarea pasiva definitiva. Eso no la frenó. «Estoy para mucho más en la vida. Llegar a la cumbre es inexplicable, es un sentimiento muy propio. Nunca se termina de hacer cumbre en la vida, nadie tiene que perder las esperanzas», reflexiona.

Carmen está segura que siempre hay algo nuevo para descubrir en la vida, seguirá con sus anhelos de seguir haciendo cumbres. La montaña tiene su particularidad, afirma. «Uno no necesita más de lo que lleva para vivir», concluye.

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