Editorial

David, Goliat y la espada

Narra el Antiguo Testamento que David hirió a Goliat con una hondera y una piedra y éste murió decapitado por su propia espada: algo de eso pasó el domingo pasado, aunque nadie, todavía, perdió su cabeza ¿o si?.
El peronismo local, asegurado en el casi veinteñal gobierno provincial y amarrado a la más que buena imagen de Torres a nivel local, se imaginó a sí mismo tal vez como un gigante. Un coloso que además no tenía en el horizonte a ningún David, ya que a nivel ciudad, por lo menos, no hubo una manifestación de unidad, cohesión y convicción, de parte de Cambiemos-UCR. Y si, alguna vez, hubo un David, fue derrotado de antemano por la justicia.

Para el oficialismo, estas elecciones representaron sin dudas, un momento bisagra, porque, de alguna forma, se midió el perfil y el peso de Facundo Torres en seno al PJ del departamento; no así, tal vez, la gestión en la ciudad, dada la diferencia abismal entre la imagen que el intendente tiene entre los vecinos, y los resultados del comicio.

Las caras, el domingo a la noche en la sede del Partido Justicialista, no condecían con las declaraciones de intendente y funcionarios; ni la sonrisa ambigua de Walter Saieg tenía su reflejo en el silencio tumbal al que se llamó.

Más allá del speech repetido en toda y cada una de las ciudades cordobesas, acerca de la nacionalización y polarización de las Paso, varios peronistas recordaron el 2009, cuando la lista del Frente Cívico encabezada por Luis Juez se impuso en Senadores Nacionales, la Unión Cívica Radical hizo lo mismo en Diputados, y Unión por Córdoba tuvo que conformarse con un tercer puesto. Y lo recuerdan porque, apenas dos años después, UPC recuperó la intendencia, de la mano de Saieg, luego de 8 años de gobierno de Mario Bonfigli. Este discurso, tiene su lógica, pero el panorama es distinto. Ya que UPC, hoy, lidera no sólo la Provincia, sino el Departamento y la ciudad. Esa derrota de 2009, tenía otras, razonables y prácticas justificaciones a nivel local, aun pudiendo coincidir la excentricidad del voto castigo a nivel provincial y nacional.

Sin embargo, por más que los números que más benefician a UPC sean los que “olvidan” a Dante Rossi, la verdad es que, en Alta Gracia y en el Departamento, Cambiemos superó a Unión por Córdoba por poco más de diez puntos; es decir por seis puntos menos de lo acontecido a nivel provincial. Un capital que, aseguran desde las líneas de Torres, se debería justamente a la exposición y al rol que el intendente de Alta Gracia tuvo en la campaña: más allá que, ya el domingo por la siesta, el discurso oficial descartaba un vínculo directo elector-gestión local.
Por otro lado, más allá de todo numerito, Unión por Córdoba perdió a uno de los departamentos claves y Torres la ocasión de demostrar que su juventud había terminado por completo, frente a la interna con Saieg.

Sin embargo, por más que los mismos militantes y varios funcionarios murmuraran descontento y acusaciones con respecto a las diferencias ya histórica en el PJ local, lo que marcó el accionar o inercia, aconteció más arriba y precisamente cuando la estrategia del Gobernador fue la de optar por lo que algunos definen como opo-oficialismo que significó alejamiento de José Manuel De la Sota: no atacar al Gobierno Nacional hasta casi el final de la campaña, garantizar la gobernabilidad, apelar al significante del federalismo y tratar de no hablar demasiado del pasado cerca de los K…nada de esto convenció al electorado, que vio en esa ambigüedad un posibilidad siempre abierta de negociación con ambas vertientes de la grieta.

El gigante de UPC se vistió durante la campaña de David, contra el reparto desigual de Nación y su discurso oficial post-elecciones, habla de una lucha desigual contra el gigante de la ola amarilla, como si fuese un fenómeno natural y algo irracional.
Difícil imaginar a Cambiemos en Alta Gracia como un coloso, y la coyuntura nacional le puso entre manos la hondera y la piedra de David. Habrá que ver que harán ahora, UCR y PRO con ese aluvión de votos y si levantarán esa espada que, ya anticipan algunos correligiornarios, es más un problema que un logro.

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