
Una lluvia de reclamos sociales se sucedieron en los últimos años. La mayoría tienen que ver con un sistema judicial antiguo, casi obsoleto, donde los delincuentes “entran por una puerta, y salen por otra”. Es así, porque lo vemos todos los días, renegamos de ello y los sufrimos.
En Alta Gracia hay innumerables ejemplos de esto y no es necesario que nos ubiquemos muchos años atrás para conocer algún caso. Hace sólo una semana un joven de 19 años fue captado por las cámaras de seguridad de un colegio secundario cuando robaba un celular del establecimiento. No hubo “un testigo”, hubo cientos porque la cinta fue difundida y muchos altagracienses pudieron verla (con los resguardos necesarios del caso) En las redes sociales los comentarios fueron más que claros y se mencionaban palabras como “impunidad”, “castigo”, “prevención”, “Justicia poco severa”.
De todas maneras, la mayoría esperó para conocer cómo se sucedían los acontecimientos, ya que ante tamaña evidencia, era lógica la aplicación inmediata de las leyes, sin embargo y una vez más, no fue así. Dos días después, el mismo joven fue detenido por la Policía en la vía pública cuando intentaba chantajear a una familia tras haberle robado el celular de su domicilio. Leyó bien, dos días después el joven disfrutaba de la libertad que le confiere la Justicia a todo aquel ciudadano incapaz de perjudicar a sus semejantes. La primera pregunta siempre recae en el actor directo, es decir en la Policía, organismo éste que estaba tan sorprendido como nosotros ante los acontecimientos “No se porque estaba libre, será porque se arrepintió y devolvió el celular en el colegio”, manifestó un alto jefe policial, y agregó: “Pregunten en Tribunales, ellos deberían responder” Este fue un caso leve (si lo pensamos en los daños ocasionados en otra persona), pero… ¿si no hubiese sido así? Cabe aclarar que el mismo joven ya tiene otras causas como el robo a un comercio y hurtos varios.
El ejemplo no hace más que poner en evidencia un tema preocupante y es la reincidencia de los delincuentes y la impunidad que confiere el aparato judicial a determinados casos. Es necesario un cambio inmediato y urgente y el Gobierno Nacional está trabajando en ello… ¿con la seriedad que amerita el tema?
Cuando lo público se hace impenetrable
La reforma del Código Penal, está en puerta. Una serie de interesantes debates se suceden a pesar de que durante 4 meses el anteproyecto de la reforma impulsada por el miembro de la Corte Suprema, Eugenio Zaffaroni estuvo oculta y “cuidada”. Recién fue hace pocos días que algunos sitios de internet tuvieron dispuesto el escrito y diferentes medios de prensa lo presentaron en sociedad. Además, el Gobierno abrió una ronda de consultas hace pocos días, para que las universidades del país aporten sugerencias o eventuales modificaciones en los próximos 90 días.
Se hizo allí, en el ámbito donde el 30% de la población del país tiene acceso, el otro 70, sólo deberá esperar, como lo hizo durante muchos años ¿Se puede manejar un tema de tamaña magnitud con tanta liviandad como si el ciudadano no tuviese derecho a saber que va a suceder al respecto? ¿Puede el Gobierno priorizar el costo político por sobre la voluntad del pueblo? seguro que puede. Es una de las tantas cosas que sabemos que no se debe, pero se pueden hacer.
A sabiendas de las necesidades de una sociedad que está demandando en carácter de urgente transformaciones radicales en la Justicia, se impulsa una reforma blanda y tibia donde los ejes fundamentales están puestos en eliminar la reincidencia de los delincuentes (es decir que aquel que tenga varias causas sólo deberá pagar por una, la más grave de ellas y las demás se eliminan) y la disminución de las penas. Una vez más somos espectadores de los manejos de un Estado que tiene la impunidad como mayor característica. El análisis de los “especialistas” está haciendo lo suyo, mientras tanto, los hechos delictivos se incrementan, y cada vez con mayor violencia y los encargados de implementar Justicia se amparan en una Ley vieja esperando por una reforma que lejos de aclarar, oscurece.
Por Claudia Fernández
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