Cuando de violencia de género se trata las herramientas de prevención nunca se agotan. Actuar en consecuencia es lo que ha llevado a que en Argentina una mujer muera cada 26 horas en manos de su agresor. Y, cuando la situación se torna verdaderamente peligrosa, ni un botón antipánico ni mil ordenes de restricción le prohiben al atacante lograr su cometido.
Pero, lo cierto es que cuando el victimario es miembro de una fuerza de seguridad, el contexto es aun mas complejo. Y, es sabido que son las mujeres policías las que menos denuncian hechos de violencia por «miedo» y «verguenza». El hecho ocurrido esta madrugada en Barrio San Martín no es un caso aislado. Carolina Figueroa murió de al menos cinco disparos de arma de fuego y, su pareja y femicida (también policía), poco después decidió quitarse la vida de la misma manera. «Y es que los policías ni siquiera pueden pensar en la posibilidad de enfrentar una cárcel, no está en sus posibilidades», dijo en su momento una fuerte autoridad judicial a este medio. «Conviven a diario en ese ambiente y nunca es una opción ir presos».
Eso, fue precisamente lo que el oficial José Contreras le dijo via telefónica a un compañero de la fuerza luego de asesinar a su pareja y madre de su hija en su casa de Despeñaderos. Hecho que ocurrió en el año 2018 y que también causó conmoción. «No voy a ir preso», anticipó Contreras quien algunas horas mas tarde apareció sin vida dentro de su vehículo en un campo cercano a Falda del Carmen. Su víctima era Deolinda Díaz, también policía de esta Departamental.
En junio del corriente, en el Valle de Anisacate, ocurrió un hecho similar, aunque aquí solo hubo autoderminación. El Sargento Agustín Mosser se quitó la vida de un disparo en la cabeza luego de mantener una discusión con su novia, también policía, en la vivienda que ambos compartían. Un contexto de celos enfermizos y constantes peleas, lo habrían llevado a tomar esa terrible decisión.
Estos hechos, como el que ocurrió hace menos de una semana en la Provincia de Santa Fe – en el que una mujer perdió la vida en manos de su ex pareja, agente de seguridad vial, cuando circulaba por Ruta 20 junto a su nuevo novio-; o como el que sacudió a Villa María el pasado martes, cuando un policía mató de dos balazos a su mujer en frente de sus hijos y luego se suicidó- , sin duda, tienen un mismo denominador común: el mal uso del arma reglamentaria. Lo que vuelve a abrir el eterno debate que pone bajo la lupa la falta la periodicidad de las pericias psicologicas a quienes ingresan y, sobre todo, permanecen en la fuerza policial.
¿Cuan aptos están para portar un arma reglamentaria?, ¿Por qué los test solo se realizan en el ingreso y no durante? Y los policias retirados… ¿Por qué pueden seguir portando armas? Evidentemente el sistema sigue fallando y mucho. Esto está a la vista.
La Justicia, en este sentido, vuelve a actuar en consecuencia. En Córdoba, y mediante un decreto no tan viejo, los policías denunciados por violencia familiar no pueden portar arma. Se procede al retiro de la misma hasta tanto se resuelva su situación procesal. Pero… cómo está la psiquis de los NO denunciados», ¿acaso no es requisito fundamental saber cómo es la salud psicológica de quienes intentan ser policías?. Y, sobre todo, ¿de quienes permanecen en la fuerza?.
El debate vuelve a ser debate y, las muertes, evitables.
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